Salmo 32 (31). La oración
22.07.2009 10:46
Orar es hablar con Dios como un amigo habla con otro amigo. Hagamos la práctica y dejémonos acoger por el Señor Jesús.
Oremos con el rey David:
Dichoso el que es perdonado de su culpa,
y le queda cubierto su pecado!
2 Dichoso el hombre a quien Yahveh
no le cuenta el delito,
y en cuyo espíritu no hay fraude. 
(La alegría de la salvación, de ser perdonado)
3 Cuando yo me callaba, se sumían mis huesos
en mi rugir de cada día,
4 mientras pesaba, día y noche,
tu mano sobre mí;
mi corazón se alteraba como un campo
en los ardores del estío. 
 (Confusión que provoca el pecado)
y no oculté mi culpa;
dije: « Me confesaré
a Yahveh de mis rebeldías. »
Y tú absolviste mi culpa,
perdonaste mi pecado.
(Humildad para reconocer el pecado y también para aceptar y recibir el perdón)
en la hora de la angustia.
Y aunque las muchas aguas se desborden,
no le alcanzarán.
7 Tú eres un cobijo para mí,
de la angustia me guardas,
estás en torno a mí para salvarme. 
 
(Confianza en la súplica: creo Señor que me perdonas, creo Señor que estás conmigo también en la adversidad, y si yo me alejo, estás aún, tu, más cerca de mi para que vuelva y no me pierda)
Y el Señor también  se comunica:
8 Voy a instruirte, a mostrarte el camino a seguir;
fijos en ti los ojos, seré tu consejero.
9 No seas cual caballo o mulo sin sentido,
rienda y freno hace falta para domar su brío,
si no, no se te acercan.
10 Copiosas son las penas del impío, 
al que confía en Yahveh el amor le envuelve. 
(Tristeza del pecado, por alejarse de la fuente de amor, en quien tenemos la verdadera vida y felicidad. Con Él ya no más soledad o sentirse abandonado, Él está conmigo)
11 ¡Alegraos en Yahveh,
oh justos, exultad,
gritad de gozo, todos los de recto corazón!
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